jueves, 4 de junio de 2009

5º parte - No tengo lápiz

18 de mayo – amanecer

Nadie en esta casa ha podido pegar ojo. Estoy en la habitación, con Diego y el anfitrión de la casa, escribiendo en un cuaderno, ya que la corriente eléctrica se ha cortado; van y vienen apagones... me temo que las centrales eléctricas están fallando y los edificios tiran de las reservas.

El sonido de disparos aún no ha cesado, y de vez en cuando se oyen explosiones. Granadas, mortero, proyectiles... a saber. A estas alturas todo me parece desesperado, sin salida, sin solución...

No voy a permitir que esto me supere, no voy a perder la cordura. Estoy aquí con mis amigos y resistiré hasta que esto acabe, porque estoy seguro de que acabará. Por muy hostiles que los sujetos infectados se vuelvan, no tienen nada que hacer contra un ejército avanzado y organizado. Estoy seguro de que Estados Unidos está recuperando la normalidad... por muchos millones de muertos que hallan, la humanidad siempre acaba superando cualquier adversidad. La historia nos lo ha demostrado, miles de años de evolución nos amparan... estoy temblando... Joder, he roto la punta del lápiz. Necesito unos segundos...

Perdonad. Cada dos por tres me entran ataques de ansiedad. Diego me ha agarrado por los hombros y me ha gritado que me calme, que respire hondo... Ahora estoy mejor. Anoche estuve hablando de cómo hace casi dos días nos atacaron en Plaza España y llegué aquí. Antes de seguir con el día de ayer, me gustaría hacer balance de la situación. Veamos:

No hay señal de televisión en ningún canal, en ningún canal público. Esto es muy chistoso: resulta que los canales privados de Ono siguen funcionado, para troncharse. Estuvimos varias horas en el salón de Alberto viendo todo tipo de canales. En la mayoría siguen su programación habitual, como si hubieran dejado varias cintas que se repiten sin cesar.
En la Fox ponen vídeos de infectados que asolan calles metropolitanas de diferentes países, parecía un disco rayado. En todo el mundo se repite la misma escena: ejército y policía dándolo todo contra una multitud de esas cosas correteando como locos, puta mierda... ¿Cómo hemos llegado a esta situación? Luego, de vez en cuando, muestran grabaciones de algún “experto” hablando de la infección. Había un científico diciendo que los infectados necesitan comer carne fresca... ¡¿no me digas?! ¡Jamás lo habría sabido! Por lo menos, también reveló un dato importante: si un infectado te muerde, obviamente su saliva se mezcla con tu sangre, y te contagia el virus. El tiempo de incubación varía de una persona a otra, pero se estima en aproximadamente una hora. Si mueres en un ataque, en teoría, tu cuerpo reacciona al virus y te convierte igualmente en uno de ellos. Entonces, ¿hablamos definitivamente de zombies? Zombies, muertos vivientes... No han querido llamarlo así, sino más bien un “impulso neurológico independiente”, esto es que el cerebro funciona a niveles desenfrenados de tal forma que convierte al cuerpo en un autómata que necesita alimentarse, el corazón no funciona.

Por cierto, anoche no lo dije, pero el padre de Alberto no está entre nosotros. Su madre dijo que fue a buscarle ante ayer, por lo visto no le hizo gracia la ausencia de su hijo durante tanto tiempo. Eso me hizo pensar si mi padre hizo lo mismo aquel día, pero ahora ya sé que no, ya hablaré de eso. Mientras tanto, el pobre Alberto está destrozado... Si su padre salió el 16 y aún no ha vuelto... Nadie lo dice, pero todos lo sabemos. Es por eso que en esta casa se respira una depresión irrespirable, qué panorama.

Más cosas, el mundo exterior. Anoche estuve con Xhartas mirando por la ventana que da a la parcela, no se ve a nadie, ni un alma. Tampoco se ve nada en la ventana que da a la carretera. Si es que ver no se ve nada, pero oír se oye demasiado. Supongo que sabéis que cuando se tiene miedo o se quiere escuchar algo con mucha atención, tu sentido del oído se potencia una barbaridad, ¿cierto? Pues tal es así que éramos capaces de percibir los gritos de la gente entre los disparos, incluso de los infectados... Quizás eran imaginaciones nuestras productos del horror, o quizás no. Sea lo que sea, está claro que el centro de Valladolid está perdido, y no sólo el centro...

Supongo que ya es hora de hablar del día de ayer. Recuerdo que llegamos a casa de Alber justo a las ocho de la tarde, quizás un poco antes, la supuesta hora del toque de queda. La madre de Alberto abrazó, no sólo a su hijo, sino a cada uno de nosotros (como si también fuéramos de su familia). Fue entonces cuando le dijo lo de su padre y de que había salido, por aquel entonces pensábamos que pronto volvería.
La comodidad que ofrecía la casa permitió que todos habláramos con calma de toda aquella terrible situación. Pilar (la madre de Alberto) llegó a insinuar que se acercaba el Apocalipsis (de todos es sabido las fuertes creencias religiosas de ésta). Apenas cenamos. El frigo estaba lleno, sí, pero todos coincidimos en ahorrar provisiones “por si acaso”, de modo que nos conformamos con un modestos bocadillo de chorizo (los míticos bocadillos de chorizo de la abuela de Alberto). Después, nos metimos todos en la habitación de Alber junto con su hermano para charlar:

- Hay que empezar a tomarnos en serio las alternativas. – comenzó Diego rompiendo el hielo. – Si esto no se controla y de verdad nos quedamos aislados, ¿qué haremos?
- Quedarnos aquí, alimentarnos lo mínimo y suficiente con comida que se conserve hasta que la infección recule. – respondió Spynk muy decidido. Parecía como si estuviera más animado, quizás estaba siendo optimista o... quizás estar entre sus amigos le reconfortaba. – Mi madre y mis hermanas ya hablamos de eso en casa, decidimos no coger ningún transporte.
- Mis padres... – dije yo. – decidieron que lo mejor era ir con los militares a un campo de refugiados.
- El campo de Zamora en Sanabria, sí... – corroboró Xhartas. – Lo leí en Internet.
- Internet ya no funciona. – repliqué.
- A ver, va y viene. Lo he estado mirando cuando llegamos aquí y funcionaba, lo busqué en El Norte de Castilla.
- ¿Y...? – insistí.
- No me parece buena idea... El ejército está mas pendiente de combatir la infección que en evacuar la zona. – Xhartas se bajó de la cama y empezó a explicar su postura. – A ver, pensad, una piso es un fuerte infranqueable con una sola puerta. Si aguantamos lo suficiente comiendo lo necesario para vivir podríamos soportar meses.
- Mis padres compraron mucha comida cuando pasó todo esto... y tenemos bolsas aislantes para los alimentos. – confirmó Alberto, que estaba de brazos cruzados al lado de su hermano.
- Ahora sólo me interesa llamar a mis padres para decirles que estoy bien y que se queden allí. – dije.
- Ya, yo también tío... – coincidió Diego. Alberto bajó el rostro, estaba claro que le preocupaba muchísimo su padre. – Si fuera ellos... pensaría que mi hijo ha muerto, no me hace ninguna gracia. – A Xhartas le invadió un repentino amago de pánico y corrió al salón para llamar, supongo, a su madre: las líneas seguían sin funcionar.
Conclusión: estábamos incomunicados y no podíamos arriesgarnos a salir a la calle ahora que la infección había llegado a Valladolid. Aislados en la casa de un amigo, a la espera de que todo acabase.

Nadie quiso dormir aquella noche. Todos nos sentamos en el sofá del salón con las luces apagadas y, en profundo silencio, pensamos y pensamos. Aquella noche me di cuenta de que mi diario se encontraba en mi ordenador y ya no lo podía seguir. Me pareció de mala educación pedir a Alberto el suyo para continuarlo, de modo que cogí prestado un cuaderno. Observé los rostros de mis amigos uno a uno, iluminados tan sólo por la luna (los faros de la calle no funcionaban, la central estaría ahorrando energía para lo imprescindible). Alberto no estaba en salón, seguramente dormía con su madre ya que, a estas alturas, habían abandonado toda esperanza de que su padre volviera. Oía algún que otro sollozo desde la habitación.
Mi ojos se toparon entonces con la cara de Xhartas, estaba también llorando. Me levanté y me acerqué a él intentando no tropezarme con nada.

- Hey tío, ¿estás bien...?
- ¿Tú que crees...? – aquella pregunta vino precedida de una serie de disparos en la lejanía, como si fuera la perfecta respuesta.
- Sí... todo esto es terrible...
- No es por esto... es por Rut, joder... – lo olvidé. Xhartas tenía a su pareja en Madrid, y sólo pensar que la capital fue de las primeras en caer...
- Piensa... que quizás te pase como a tu madre. – susurré. – Ella tampoco sabe donde estás ahora y mírate, estás aquí a salvo. Cualquier persona un poco lista se refugiaría en casa hasta que todo pasara... – mi amigo seguía llorando, pero menos. - ¿Cuándo fue la última vez que hablaste con ella?
- El viernes (15 de mayo)... por msn. Ayer no se conectó... no se conectó, Cristian... – intenté mantener la calma y no llorar. Tragué saliva. No me salieron palabras de consuelo, nada... simplemente me incorporé y dejé que mi amigo se desahogara, todos tenemos derecho a llorar.

Pensándolo bien, siento que yo también necesito llorar y sacar todo lo que tengo dentro. Me dirigí al baño, me senté en el inodoro... cubrí mi rostro con mis manos y empecé a sacar todo lo que tenía dentro, acumulado... Nunca en mi vida había llorando tanto...

Me despertaron a eso de las ocho de la mañana, había dormido apenas cuatro horas. Todos los allí presentes tenían las mismas caras soñolientas que la mía. La abuela de Alberto sintonizó la radio mientras desayunábamos: un minúsculo vaso de leche. La radio había sido tomada por el ejército y retransmitían himnos nacionales. De vez en cuando saltaba una grabación comunicando los campos de refugio habilitados para los civiles.
Por otro lado, los sonidos de disparos continuaban. Nuestros oídos se habían acostumbrado a ellos, parecía el sonido ambiente de una película de guerra o de algún videojuego. Probamos Internet para ver si funcionaba y el primer intento resultó fallido. Esperamos una media hora y por fin logró conectarse, iba lento que te cagas. Xhartas encontró un mapa del mundo revelando el grado de infección... sin palabras. El globo estaba plagado de puntos rojos; América parecía coloreada con sangre... dios...
Cerramos la página y nos encontramos con algo cómico: había gente en los foros de elotrolado.net hablando de videojuegos. Eran personas encerradas en sus casas sin más ocio que estar conectados y jugando a la consola, ¡por favor! Frikis hasta la muerte. Lo que ya no me pareció tan gracioso fue la “broma” de Google. Habían decorado su logotipo con sangre... hijos de puta, no creo que sea el mejor momento para recurrir al humor negro. A todo esto... ¿cómo puede seguir funcionando Google?

Spynk, que ha hecho un módulo de informática, nos estuvo explicando que los servidores están preparados para soportar varías semanas, incluso meses, sin mantenimiento alguno, aunque, como es lógico, no todos los servidores son igual de buenos.

Y sigo con Internet ¿Información llamativa? Bueno, leímos en una página que el número de victimas mortales a escala mundial podría ascender a cuatro mil millones de personas, de las cuales la mitad o mas serían infectados. Hablamos entonces de dos mil o más millones de infectados... Alberto se fue a vomitar en ese momento, no sabemos si por la cifra, la depresión, lo de su padre, o todo junto... Uf... Yo sentí que me mareaba y tuve que sentarme a buscar un cigarro, no tenía y Diego tampoco... ¡COÑO! No hay tabaco... ahora sí que estoy jodido.

Pasó el día, aburrido, sin mucho que hacer. Spynk forzaba sus oídos para escuchar los disparos de la lejanía. Yo deambulaba por la casa y, alguna que otra vez, ojeaba por la ventana para observar el vacío. A eso de las una de la tarde, divisé humo en el horizonte, ascendiendo por encima de la parcela, de cara a la carretera.
- ¿Por allí está la Cistérniga? – pregunté.
- Sí... – respondió Xhartas. Su padre era de allí. Pobre chico...

Una hora después, más o menos, ocurrió el milagro: logré que el teléfono llamará. Quizás las líneas sólo estaban colapsadas o algún buen hombre del servicio telefónico apañó un par de cables en medio del caos, yo qué sé, el caso es que el teléfono de mi casa sonaba. Se puso mi madre, su voz sonaba nerviosa y frenética. Al percatarse de que era yo estalló a llorar de alegría. Pregunté si mi padre estaba allí y me dijo que sí... no os hacéis ni una mínima idea del alivio que sentí en esos momentos. Les dije dónde estaba y que me encontraba bien. Mi padre, por su parte, me ordenó categóricamente no salir de allí. En ese momento mis amigos se agolparon al teléfono y me lo pidieron para llamar a sus familiares, lo encontré justo y decidí cortar apresuradamente. Antes de despedirme, pude oír claramente sonidos de disparos al otro lado.
- ¿Papá, anda todo bien ahí fuera?
- ¡Hijo, en el ejército está en el paseo pegando tiros a esas cosas, pero nosotros estaremos bien si no salimos, tú tampoco lo hagas! – El Paseo Juan Carlos I... la infección estaba en toda la ciudad, que llegara a este barrio era cuestión de tiempo. La línea se cortó de golpe... ¡fue Xhartas!
- ¡Ya vale Cristian! ¡Nosotros también tenemos familia!
- ¡No hacía falta cortar así el teléfono! ¿¡Vale?!
- ¡Eso lo dices tú porque estabas hablando! – sentí como ambos perdíamos los nervios. - ¡Yo tengo que llamar a varias personas!
- ¡¡Si tienes que llamar hazlo ya!! – replicó Spynk. La irritación se le notaba por los cuatro costados. - ¡¡Pero llama primero a tu madre, deja a Rut para el final cuando hayamos llamado todos!!
- ¡¡Porque lo digas tú, no te jode!!
- ¡¡Porque lo digo yo, sí!! ¡¡Lo primero es la familia!! - insistió Spynk.
- ¡¡¡Rut también es mi familia!!! – la discusión cada vez era más y más tensa y Diego intercedió.
- Escuchad un momento, seguramente tu madre – refiriéndose a Xhartas – estára con la madre de Spynk, no nos pongamos nerviosos. Deja que Spynk llame y pregunte por tu madre y ya está. Afortunadamente, ChicoWii no era un hombre agresivo y accedió.

El teléfono se cortó a la mitad de la llamada de Diego. Por lo que pudo averiguar, su padre también había salido a buscarle y no había vuelto a casa. Para calmarle, le dije que esperase a que la línea volviese para llamar a su móvil.
Alberto, entonces, se cogió un enfado de cuidado. Nos dijo que él tenía que haber llamado primero a su padre para saber si estaba bien. El mal rollo se generalizó en el ambiente y yo decidí sentarme en el sofá y aislarme de la discusión, la inminente tromba de gritos que vendría...
¡¡¡JODER!!! ¡Casi me caigo de la silla! Tengo que dejar de escribir, hemos oído una explosión a lo lejos, una explosión enorme que ha retumbado en toda la casa. Hay coches afuera que han saltado la alarma y todo. Ahora vengo.

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Seguramente no suba un nuevo trozo hasta pasado el día 9 o 10 de junio por los exámenes, ruego que me disculpéis. Os lo recompensaré con un gran trozo ^^

3 comentarios:

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  2. Lo del chiste macabro de Google me hace sospechar que hay algún ser racional detrás de todo esto. Y además sabe informática... Hm... ¿Spynk? :-o

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  3. jooo, eso es mucho tiempo, y yo me aburro XDD
    Por cierto, me encanta lo del google XD

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